
¿Nunca os he contado nada de mi mili?
Creo que no, pues ya es raro, con lo que nos gusta a todos contar historias sobre esa etapa de nuestra vida que tan poco nos gustó y aportó, es uno de los grandes misterios del universo. Os vais a joder, porque os la voy a contar.
Cumplí como soldado llevando Abanderado (como cantaba Siniestro Total) en el Grupo Regional de Intendencia de Canarias, barrio de "La Cuesta" en Santa Cruz de Tenerife, entre los años 1983 y 1984.
Yo ya estoy seguro de que mi destino es caer en sitios peculiares, el destino debe estar configurado como una especie de centralita de esas viejas de clavijas y algún cabrón elije tus conexiones a posta.
Era el cuartel mas pequeño de Tenerife, apenas 100 soldaos pululábamos por allí, pero era panadería y almacen central de vestuario lo que quiere decir que haciamos pan pa todos los cuarteles de Canarias y distribuíamos ropa militar pa toda España. El cuartel estaba gobernado por el Teniente Coronel Vilchez de una manera tan especial, que este sitio era conocido en toda la isla (tanto por militares como por civiles) como el "Rancho Vilchez".
Aunque parecía un lugar caótico no lo era, Vilchez lo tenía todo medido y todos los que allí estábamos éramos profesionales con experiencia, en mi caso camarero. Mi padre se ocupó de enchufarme para que pasase una buena mili y me debió "vender" como camarero ya que por aquellas fechas premili era lo que yo hacía en el negocio familiar de mi madre y su hermano.
El señor Vilchez ademas de experimentado militar (tenía fotos de campaña con Franco y otros militares significativos del alzamiento) era un reconocido empresario tinerfeño dedicado al negocio inmobiliario, buena parte de su patrimonio eran pisos y casas que alquilaba por toda la isla tanto orientadas al turismo como para vivienda. La mayoría de los profesionales que hacían el servicio en su cuartel eran albañiles, pintores, fontaneros, electricistas, etc..., imagino que no tengo que explicar nada mas sobre esto.
Cuando yo llegué en ningún bar de los dos del cuartel había camareros de oficio, pero este hombre, sibarita como nadie, debió pensar en traer un camarero de verdad para estar bien atendido. El primer día que tuve que atenderle, vino al bar por la mañana con dos de sus chaqueteros habituales y dijo: "A ver si hemos acertao, ponme un Campari con ginebra y tónica, suave". Yo iba avisao por mi predecesor de que acostumbraba a beber eso y me procuré limones para frotarle la corteza en el borde del vaso, si a eso le sumamos que yo tenía el culo pelao de hacer combinados fue un éxito, empezaron a abrirseme puertas desde ese preciso momento.
El cuartel parecía un barrio de Sevilla, Vilchez era sevillano y enchufaba paisanos suyos en puestos de oficinas. Además tenía como segundo de a bordo a su primo el teniente de su mismo apellido, Vilchez, al que todos llamaban el "Peta", por la tremenda joroba que lucía. Los andaluces le llaman peta a la chepa (Arkab, corrobóreme esto). El primo era un auténtico teniente chusquero de los que habian servido en el Sahara español. A los que habían estado sirviendo en lugares como El Aaiun o Sidi Ifni se les distinguía por una especie de pin consistente en un dromedario dorado sobre una media luna que lucían en el pecho.
El teniente Vilchez tenía grandes virtudes, era capaz de beberse una caja de cerveza diaria y hablaba gangoso. Únase acento sevillano, alcohol y gangoso y tendremos un descojone dificil de soportar que era un verdadero poblema, porque había otra virtud que era la mala leche que calzaba el jodío.
El camarero del bar de suboficiales, Tonet, le tenía al teniente Peta un miedo enorme y temblaba cuando se acercaba por allí a beber. El miedo le desconcentraba y no daba pie con bolo, era un sin parar de meter la pata cada vez que el otro asomaba su chepa por allí. Cada vez que iba a hablar, el Peta comenzaba diciendo "etooo...", por ejemplo: "Etooo..., ponme un quinto" (botellín de cerveza), y si te equivocabas y le ponias algo que no te había pedido (cosa muy habitual en Tonet) decía: ¿Pero eto que é lo que é, ilipoya?".
El Peta sabía el efecto que causaba en Tonet y el cabrón le gastaba bromas constantemente, una vez entró en el bar y le dice "Ponte fimme", al rato de tenerlo firmes le dice "Etooo, ponmeeee, un bite". Tonet salió del bar pitando y desapareció un buen rato, el peta decía "¿Ande ha ido este ilipoya?". Al rato vino con un bistec en un plato, había ido a buscar al cocinero, abrieron la cocina y le hicieron un bistec a la plancha, cuando volvió fue la hecatombe "¡Un bite ilipoya!, ¡te he disho un bite!", el cabrón pedia un bitter sin alcohol (con alcohol no había) y al Tonet ni se le pudo pasar por la cabeza que semejante barrica con patas fuese capaz de beber algo sin alcohol, por lo que se fue a buscar lo mas parecido fonéticamente. Al final lo que el Peta quería precisamente era ser gracioso pidiendo solemnemente (para eso puso firmes al otro) algo sin alcohol para provocar las risas del personal.
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Lo mejor que me paso ese año fue poder disfrutar de los Carnavales de Tenerife, por diferentes motivos (calabozo por asuntos etílicos principalmente) llevaba un mes sin salir del cuartel el mismo fin de semana que empezaron y me tocaba salir, pero cuatro cabrones casi me aguaron la fiesta. En Tenerife se va en camisa todo el año excepto entre febrero y marzo que refresca un poco y te obligan a salir con guerrera (chaqueta), mis compis cortaron mis camisas y corbatas por debajo del sobaco, con lo que durante la revista que te hacen para ver si sales en condiciones iba yo solo con el cuello la camisa y la corbata asomando por la chaqueta, jugándome el salir o no salir e ir al calabozo de nuevo si al sargento le hubiese dado por mirar dentro.
El sábado me junté con uno de Boquiñeni y ya no me acuerdo de casi nada mas, solo que amanecí en el piso que alquilábamos entre muchos con otra ropa, una cazadora vaquera sin mangas con el anagrama de Motörhead en la espalda, sigue siendo un misterio qué hice aquella noche y de quien era eso, dentro de lo malo por lo menos no me dolía el culo...
Al dia siguiente (domingo) el maldito Cariñena volvio a impedirme acudir al cuartel por la noche y la mañana del lunes me despertó en el piso una patrulla compuesta por un cabo (que tenía también llave) y dos soldaos con su cetme y todo, fueron muy amables acompañandome de nuevo al calabozo.
El calabozo en mi cuartel también era especial, para entrar te tenía que abrir el preso ya que el cerrojo estaba por dentro, es difícil de comprender pero así era y a nadie le parecia raro. Mis condenas eran algo descafeinadas porque al ser el único camarero de oficiales no podían estar sin mi y solo iba al calabozo a dormir, mia que cuadro. Había veces que si se me hacía algo tarde por el bar a lo que llegaba al calabozo ya estaban todos durmiendo y no me abrían, por lo que me iba a mi litera a dormir sin mas. Esto parece un monólogo de Gila pero os juro que es cierto.
Las salidas por Tenerife también eran un gran aliciente, íbamos al drago, a los Gigantes, a las cañadas del Teide y una vez fuimos a la playa nudista de Las Gaviotas a la que se accedía andando. Caminábamos todo alegres y ufanos por que íbamos a ver señoras en pelotas pero allí no había mas que otros con las mismas intenciones que nosotros, no volvimos nunca mas.
El teniente Coronel tenía un hijo pequeño de unos 9 o 10 años, uno de Elche licenciado en magisterio, Tonet y yo éramos sus niñeras, el de Elche además le daba clases de apoyo. Le pillamos mucho cariño y el crío no quería mas que venir al cuartel para estar con nosotros.
En Canarias hay (o había) muchas piscinas de agua marina que se vacían con la bajamar y se renuevan de agua con la pleamar con un sistema de compuertas, en el momento del vaciado algún imbécil no se dió cuenta de que todavía estaba el niño en el agua y accionó el sistema que se lo trago ahogándole. No nos enteramos de esto hasta el día siguiente, que precisamente era el de mi licenciatura, he recibido pocos mazazos como ese. No pensaba ni en irme ni me acuerdo qué hacía cuando un cabo nos dijo al Tonet y a mi que recogiesemos nuestras cosas para irnos pero que antes debíamos pasar por casa del Teniente Coronel. Vivía cerca y fuimos andando, os podéis imaginar lo que había en aquella casa, un familiar nos llevó hasta este hombre que al vernos se levanto y nos abrazó llorando sin consuelo, repetía algo como "con lo que os quería a vosotros". Luego dijo que nos marchasemos y que no nos olvidaría o algo por el estilo, era un trueno de hombre que lo último que podía dar era pena pero a mi me dió mucha, pero mucha.
Y así es como terminó mi mili, llorando a todo llorar por despedirme de los compañeros, por el señor Vilchez y por su hijo, principalmente por éste último del que me acuerdo muchas veces sin venir a cuento.
Tampoco ha sido pa tanto ¿no?.